17 de septiembre de 2010

De indulgencias, complacencias y contundencias

Las manifestaciones –aisladas o no- de antisemitismo en Venezuela no se detendrán hasta que las instituciones de la kehilá hagan exigencias enfáticas en que el Presidente castigue estas situaciones, sobre todo en los medios oficiales

Como una reunión “sincera” calificó recientemente el presidente de la CAIV, Salomón Cohén, la sostenida entre las autoridades de la kehilá venezolana y el presidente Chávez. En términos similares se refería al respecto un comunicado de la Confederación en el que auguraban que “este nuevo diálogo (…) traerá resultados positivos en beneficio de la convivencia, la paz y la armonía a toda la sociedad venezolana”. El propio mandatario, por su parte, se jactó del mismo encuentro durante un acto proselitista del PSUV, en el que llamó a “respetar a la comunidad judía venezolana” y reiteró que “nadie puede decir que el Gobierno persigue aquí a los judíos”, afirmación que se legitima con las declaraciones de Cohén al respecto.

Sin embargo, ¿qué hay realmente detrás de esta reunión, tan similar a otras ocurridas justo en momentos previos a importantes oleadas de antisemitismo en el país? No hay que olvidar que no es la primera vez que Chávez se reúne con dirigentes de la comunidad judía; no es la primera vez que estos le presentan dossiers y pruebas de alusiones antisemitas en medios del Estado y pro gobierno, ni es la primera vez que Chávez niega ser antisemita.

Informes similares se dieron a conocer en 2006, justo cuando estallaba la guerra del Líbano, y el Presidente se envalentonaba para minimizar las relaciones con el estado de Israel al nivel de encargados de negocios. Declaraciones similares de Chávez ocurrían justo cuando estallaba la Operación Plomo Fundido y se ejecutó uno de los episodios más oscuros en la historia de los ataques a la comunidad judía venezolana: el ataque contra la sinagoga Tiféret Israel de Maripérez a principios del año pasado, casi en paralelo a la expulsión del embajador israelí en Venezuela, Schlomo Cohen.

Y tanto declaraciones como informes similares se conocieron en diciembre de 2005, cuando la CAIV rechazó las advertencias hechas por en centro Simón Wiesenthal luego de un discurso aparentemente antisemita del presidente Chávez, y le exigió a la organización no inmiscuirse en los asuntos de la kehilá venezolana.

Todo este recuento tiene como objetivo manifestar la preocupación de que esta reunión sea otra que caiga en el saco roto en el historial de tensiones y distensioines entre la comunidad judía y el gobierno venezolano. Con una actitud que puede calificarse desde ingenuidad, candidez, e incluso temor, los dirigentes comunitarios vuelven a creer en la palabra del mandatario.

Mientras tanto, en Aporrea se repiten los lugares comunes del lobby judío en artículos como este, o este otro, en el que insisten en la deslegitimación de Israel (y que fue publicado días después de la “fructífera” reunión).

Mientras tanto, antisemitas (o “antisionistas” como les ha dado por llamarse, de manera “políticamente correcta”) confesos como Vladimir Acosta o Cristina González siguen en la radio oficial, o mientras Walter Martínez intenta día a día –disfrazándolo de sesudo análisis internacional- insertar comentarios de burla o deslegitimación al estado de Israel.

Todo esto sigue y se mantiene, con, apenas, una promesa del Presidente de “estudiar todo lo que le presentamos”, en palabras del propio Cohen. Una promesa que es suficiente para que haya cambios desde lo más significativo hasta lo más elemental, como el mero hecho de que de la página oficial de la CAIV se elimine el link para denunciar manifestaciones antisemitas.

Y mientras, las preguntas siguen planteadas: ¿el Presidente ordenará que cesen las manifestaciones antisemitas en los medios y penalizará a Silva, Martínez, González, Acosta y Nolia? ¿El Presidente entenderá la necesidad de retomar las relaciones con el estado de Israel (tema sobre el que el comunicado de la CAIV no se pronuncia) como elemento existencial de la kehilá en Diáspora por todo el mundo? La respuesta, ingenua, de los dirigentes de la CAIV parece ser afirmativa, pero algunos, más escépticos, creemos necesarias pruebas contundentes de este cambio de política.

Foto: Aron Hakodesh de Maripérez, luego de su profanación en febrero del año pasado

19 de julio de 2010

A 16 años de la AMIA: Entre chavistas y piqueteros (fragmento)

El mensaje del ministro de Relaciones Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, por el 16º aniversario del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), sigue teniendo la misma dirección que en oportunidades anteriores: la responsabilidad del gobierno de Irán en el atentado.

Las acusaciones que refrescó Lieberman en el comunicado enviado a la kehilá argentina por la conmemoración se basan en las investigaciones dirigidas por el fiscal Alberto Nismanen las que se "establece claramente y sin lugar a dobles interpretaciones, que el liderazgo iraní resultó ser el promotor de la iniciativa provocando también la ejecución" del atentado, que causó la muerte de 85 personas además de otros 300 heridos, y vuelven sobre la necesidad de la persecución y captura de los implicados en el suceso, pese a la poca colaboración que ha demostrado el gobierno iraní y las actitudes de solidaridad automática de gobiernos y funcionarios que nada tienen que ver en el caso.

Seis años de tensión

La última muestra de esta reticencia persa fue la falta de resultados de las últimas diligencias hechas por Nisman, quien se reunió en Francia con enviados del gobierno de Ahmadinejad para negociar la entrega de al menos seis implicados en el caso para su enjuiciamiento, con la objeción de un particular personaje: Luis D'Elia, dirigente piquetero, que hace varios meses sostuvo una controvertida reunión con Moshen Rabani, ex agregado cultural de la embajada de Irán en Argentina y uno de los prófugos.

La tensión entre Irán y Argentina comenzó luego de que se formalizara en 2006 la orden de detención internacional contra los ex funcionarios, entre los que se incluyen, además de a Rabani, al ex tercer secretario de la embajada persa y un miembro de la Guardia Revolucionaria. D'Elía, entonces subsecretario de Tierras para el Hábitat Social en el gobierno argentino, rechazó la acción y envió una carta a Irán en la que expresaba su solidaridad.

La reacción del gobierno argentino fue exigir la inmediata renuncia de D'Elia. Una reacción congruente con la actitud que Kirchner había mantenido hacia el caso AMIA de resolverlo a cualquier precio y así distanciarse una vez más de la ineficiencia que había caracterizado las gestiones de Menem en la materia...

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