
Campos de refugiados. Terroristas palestinos. Tanques y soldados árabes matando a sus "hermanos" árabes. Y todo sin que Israel mueva un dedo. Todo motivado a la intolerancia esencial del Islam y a su cultura del martirio, la violencia y la muerte.
Un episodio que se vive por segunda vez en la región en menos de medio siglo. Fuerzas armadas de naciones árabes con intereses moderados buscando reducir el fundamentalismo presente en los campos de refugiados palestinos, así sea a través de la violencia.

La primera vez fue en Jordania. Ahora en el Líbano. La primera vez, contra la OLP. Ahora, contra una fuerza integrista poco conocida en los medios: Fatah Al-Islam, pero con los mismos intereses de su antecesora (que son los mismos del radicalismo mayoritario en la región de 1949 hasta el presente): afianzar el panarabismo a través de una sola gran nación árabe de mar a mar, en la cual un Israel secular y democrático.

En ambos casos, la matanza se perpetra a instancias de los gobierno de cada país, a los que esos movimientos fundamentalistas ponen en jaque. En 1972 la OLP ejecuta continuas acciones destinadas a derrocar al rey Hussein y controlar el país, tal como hacen desde el año pasado las fuerzas fundamentalistas en el Líbano que hicieron peligrar el gobierno del moderado Faad Siniora e intentaron tomar el Parlamento libanés a través de alianzasy que ahora han optado por las armas y la guerra civil.

Y, lo más paradójico, en ambos casos la cobertura mediática es escasa. ¿Por qué? Porque no conviene a la progresía mundial mostrar que la culpa NO es de Israel, que el intolerante NO es Israel y que los verdaderos antipalestinos NO son los de Israel, sino los mismos árabes que no constituyeron la nación palestina cuando los territorios ocupados estaban en su poder (1949-1967) y que perpetraron la mayor muerte de árabes palestinos de toda la historia: el Septiembre Negro de 1970, que parece querer repetirse, a costa, nuevamente, de los mismos árabes y sin que Israel movilice ni un soldado.
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