24 de junio de 2008

No más unilateralidad

¿Era muy optimista esperar un cese al fuego más duradero? Al parecer sí. No ha pasado una semana de logrado lo que la BBC calificó de "frágil acuerdo", cuando la insurgencia palestina decidió romperlo al lanzar cohetes Kassam a la población costera de Sderot.

¿Qué demuestra esto? Que una vez más los peores enemigos del potencial estado palestino son ellos mismos. El que la Yihad islámica se haya atribuido el ataque es una muestra más de que no están dispuestos a negociar sino en sus condiciones que, evidentemente, representarán una alteración de los intereses y necesidades de Israel en la región.

Poco importa que Israel haya cesado los asentamientos en Gaza y Cisjordania durante el gobierno de Sharon; poco importa que hayan accedido a liberar a casi 500 terroristas palestinos a cambio de un sólo soldado. La iniciativa del truhán de Nasrala de pedir la liberación de otros 300 militantes de Hezbolá para liberar a otros dos soldados busca simplemente acorralar a Israel cada vez más y seguirlo obligando a que actúe de manera unilateral y sin condiciones, algo que pone en peligro, incluso, su propia existencia como estado, al quedar a merced de un grupo de fanáticos con trastocados valores de la vida y la muerte, del bien y el mal. Y así lo ha entendido Olmert, pese a sus políticas conciliatorias e incluso complacientes, al negarse a acceder a la petición de Nasrala. La unilateralidad tiene un límite

23 de junio de 2008

Shalit, cueste lo que cueste (dos años después)

Recientemente, los medios israelíes han difundido la versión según la cual Israel estaría negociando con Hamás una liberación progresiva de 450 militantes activos de esa agrupación terrorista, a cambio de la vida de una sola persona: el soldado israelí, Gilad Shalit, secuestrado tal día como hoy hace dos años.

La iniciativa se enmarca en el alto al fuego firmado la semana pasada entre Israel y el grupo Hamás, que controla la Franja de Gaza.Más allá de la percepción que se tenga sobre este alto al fuego, que la BBC, por ejemplo, considera débil, da cuenta una vez más de la valoración que Israel pone en sus ciudadanos y, sobre todo, en aquellos que se encargan de defender la nación, como el caso del joven Shalit. El gesto no es cualquier cosa: 450 potenciales terroristas por un sólo miembro de Tzáhal. Sólo resta esperar, por un lado, que los familiares de Shalit acepten la idea de las autoridades, que han liberado los pasos de la Franja de Gaza. Y, por el otro, que Hamás demuestre una actitud recíproca, no sólo respetando el alto al fuego, sino devolviendo a Shalit a sus familiares y a su vida, puesta en peligro en defensa de un territorio, de un Estado, y de un ideal.

P.S: Varias organizaciones e individualidades han desarrollado una campaña bajo el nombre de "Yo también espero a Gilad Shalit". Desde aquí me sumo a la iniciativa, invitándolos a visitar el grupo de Facebook y la página web en la que la difunden.

14 de junio de 2008

Repensando un Israel secular

Hace ya varias semanas, el suplemento del New York Times encartado los sábados en EL Nacional reprodujo un artículo de Ethan Bronner titulado “Árabes israelíes siguen siendo forasteros en su país”. El autor me era desconocido, mas no sus argumentos en torno a la identidad judía del estado de Israel y su “impacto” sobre la minoría árabe que en él vive.

Tras admitir que los árabes israelíes “prefieren la seguridad de una democracia israelí imperfecta” a la que puedan vivir en los territorios palestinos, incluso formado bajo un eventual –y esperemos que cercano– estado, Bronner cuestiona la necesidad de calificar a Israel como un “estado judío” y el perjuicio que tal denominación ocasiona, a su juicio, en la coexistencia.

Para ello, se hace eco de la voz de un periodista árabe de ciudadanía israelí, quien sostiene “¿Cómo voy a poder formar parte de un Estado judío? Si definen esto como un estado judío me están negando que esté yo aquí?”. Con este argumento, Bronner parece dar a entender la existencia de una suerte de “fundamentalismo judío” en Israel que impediría el normal desarrollo de la vida de los árabes en la entidad.

De manera similar, el domingo 18 de mayo, el diario Últimas Noticias publicó un artículo de opinión titulado Oh, Jerusalén, en el que su autor se refería al “sometimiento policial de una gran minoría, como es la población palestina” por parte de Israel, a la vez que también se refería, explícitamente, a un “fundamentalismo judío” que, a su juicio, está paralizando al país.

Se trata de una afirmación que, además de osada, es fácilmente desmontable con un sencillo análisis de la relación entre Israel como entidad política y secular y la minoría árabe del país.

La Knesset es una clara muestra de esta relación. Aparte de los partidos ultraconservadores (que siempre han sido minoría en Israel), la tolda de Ehud Olmert, Kadima, cuenta con 19 escaños en el Parlamento. Mientras tanto, tres partidos que conforman el Parlamento pueden ser tildados de proárabes: la Lista Árabe Unida, Jadash (partido de izquierda antisionista) y Balad. Estas tres organizaciones acumulan 17 curules, solamente dos menos que el partido gobernante, un privilegio impensable para las minorías judías en naciones como Irán o Pakistán, en cuyo nombre oficial ostentan los términos de “República Islámica”.

Esta calificación religiosa lleva a una segunda reflexión. Más allá del derecho de Israel a definirse como un Estado judío (así como Irán y Pakistán se denominan repúblicas islámicas), tal definición obedece más a una tradición histórica que a la praxis política del país. Al contrario de los países definidos políticamente como islámicos –que, por ejemplo, emplean la Sharia como máxima legislación civil– Israel ha logrado mantenerse como un estado secular, a despecho, incluso, de la ultraortodoxia judía del país.

A despecho de los judíos ultraortodoxos,
Israel se ha definido desde 1948 como un estado secular

Un análisis aún más generoso de este hecho puede arrojar que el calificativo de “judío” para Israel es lo que precisamente ha hecho de él una nación pluricultural, pues esa esencia de “ciudadano universal” del judío de la Diáspora (que el antisemitismo decimonónico trató de desdibujar en el caricaturesco “judío errante”) fue trasmitida de los pioneros sionistas a la conformación del Estado en 1948.

Israel se convirtió en un estado multiétnico, en el que esa “identidad judía”, no se manifiesta en una adhesión particular al judaísmo como política de Estado. Muy por el contrario, puede afirmarse incluso que la esencia cosmopolita que caracterizó a la Diáspora judía caló en Israel y convirtió a ese país en lo que es hoy: una confluencia de culturas que, dentro de la unicidad de un Estado, es clara muestra (y única en todo el contexto de Oriente Medio) de que la coexistencia entre árabes e israelíes es posible en un gobierno democrático, con igualdad de las personas ante la ley, como lo han entendido los árabes que prefieren la "democracia imperfecta" israelí antes que el fundamentalismo de las naciones vecinas.

9 de junio de 2008

Las (des)memorias de Telesur

En el momento en que escribo este post (9:59 pm), Telesur ha trasmitido hasta la mitad una especie de documental –la obvia parcialización del expansionista canal oficial me impide denominarlo de otra manera– titulado Memorias del fuego, crónicas palestinas. El tema es, para variar, el interés colonialista, expansionista y todos los demas -istas de Israel, a juicio de la poderosísima intelligentsia progre del siglo XXI, encabezada por los antiquísimos movimientos antiimperialistas y tristemente rematada por organizaciones "plagadas de buenas intenciones" como Shalom Ajshav.

Podría hacerse un recuento de la cantidad de lugares comunes antisemitas que muestra el documental apenas en sus primeros 45 minutos (antes de que culminara decidí escribir este post, para no dejarlo reposar). Podría resaltarse, por ejemplo, un comentario repetido que coloca a cristianos y musulmanes de Israel en una acera y a los judíos en otra.

Podría también destacarse la extremada y peligrosa simpleza con la que el documental se limita a narrar que "los checkpoints entre Jerusalén y Ramallah hacen que, incluso con visados especiales haya que pasar tres horas esperando", sin aclarar el verdadero objetivo de tales alcabalas: tratar de minimizar el paso de terroristas palestinos más allá de las fronteras de los territorios ocupados.

Pero lo que quiero resaltar con este post, más allá de estos temas que no generan ninguna sorpresa en quienes conocen la naturaleza antisemita de los medios de comunicación oficiales venezolanos es la falta de memoria de los productores de Telesur, o de quien quiera haya elaborado el documental. al buscar fuentes con cierta credibilidad para la realización de su trabajo.

















Una de ellas es Marwan Barghouti, (arriba) Ensalzado como ícono de la "causa palestina" y líder del movimiento extremista Fatah, Barghouti ha sido condenado a cinco cadenas perpetuas por cometer crímenes terroristas en Israel. Es este mismo Barghouti quien en el documental asegura que su movimiento busca la existencia de "dos estados que se miren de ferente y no se den la espalda" (iniciativa que, recordemos, rechazaron los árabes en el Plan de Partición de 1947). Pero "la costura" de Barghouti se nota pocos segundos después, cuando asegura tener "derecho a continuar con la Intifada hasta alcanzar la libertad e independencia" del estado palestino".