
Sin embargo, lo que encontraron al entrar al campo les permitía dar cuenta de las atrocidades que allí se habían vivido. Y lo observaron con estupor ¿Cuál era la real magnitud de la maldad y crueldad nazi? ¿Cómo Europa, sumida en un conflicto eminentemente político y militar, había pasado por alto la concreción de crímenes de esta naturaleza? ¿Cömo pudieron permanecer impasibles mientras un genocidio ocurría frente a sus ojos?
La increadulidad es la primera explicación. Autores expertos en historia de la Shoá, como Israel Gutman y Dina Porat coinciden en el escepticismo con el que originalmente se recibían en Europa las noticias sobre los campos de exterminio; un escepticismo del que, indudablemente, los europeos se arrepintieron cuando ya era tarde.

Hoy en día, 66 años después, no hay lugar al escepticismo. El hombre ha demostrado la capacidad y la magnitud de su maldad. Por ello, fechas como las de ayer no pueden pasar inadvertidas. Sea a través de breves y personales reflexiones como esta; de honores y actos oficiales como el realizado en Naciones Unidas en honor a las mujeres en la Shoá o de iniciativas para continuar preservando la memoria como la alianza entre Google y Yad Vashem. Sea como sea, el objetivo es el mismo: perpetuar la memoria y el compromiso de abrir más los ojos frente a las atrocidades cometidas y por cometerse. Sólo así puede cumplirse la consigna que rodea a este compromiso con la memoria de la Shoá, cuya conmemoración fue consagrada para un día como ayer, luego de que la ONU la convirtiera en deber el 27 de noviembre de 2005.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario