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14 de marzo de 2009

Nasrala y sus derrotas anunciadas

“…Hoy conmemoramos el nacimiento de Nuestro Profeta (…) Hoy, mañana, en un año, en cien años, en mil años y hasta el final de los tiempos, nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos y todas las generaciones venideras, mientras seamos Hezbolá no reconoceremos a Israel (ovación) Nosotros somos capaces de combatir a esta entidad (Israel), e incluso de aniquilarla…” (resaltados míos).




Con estas palabras, Hasán Nasrala, máximo líder del grupo terrorista libanés Hezbolá, confirma una hipótesis que hemos manejado a lo largo de varios meses en este blog: que el peor enemigo de los árabes en Medio Oriente son ellos mismos. A hechos históricos de los que ya hemos hablado, como el Septiembre Negro, y las luchas intestinas entre sunitas y chiítas, Fatah y Hamás, etc., se suma el profundo desapego que parecen sentir los “grandes líderes” como Nasrala o como los dirigentes de Hamás frente a su pueblo.

¿Qué busca Nasrala con este discurso incendiario? ¿Exacerbar los ánimos de sus seguidores para que emprendan nuevos ataques contra el norte de Israel, olvidando la estruendosa derrota y las terribles consecuencias que tuvo la II guerra del Líbano hace apenas dos años?

Además de no preocuparse por su gente (como no lo hizo Hamás tampoco cuando tuvo en sus manos la oportunidad de mantener la tregua) Nasrala miente al pronosticar la destrucción del estado de Israel.


No fue posible en 1949, en 1967 ni en 1973, con los ejércitos de tres países árabes en su contra. No ha sido posible con una Intifada cada década desde 1980. No ha sido posible, ni siquiera, con una ONU profundamente proárabe y con una opinión pública victimista a favor de la causa palestina. Y no será posible porque dos liderzuelos como Nasrala y Ahmadinejad (ambos amigos del presidente Chávez, por cierto) revivan las viejas intenciones panarabistas de lanzar al estado de Israel al Mediterráneo.


La única forma de alcanzar paz en Medio Oriente es que ese radicalismo árabe comprenda de una vez que el estado de Israel es una realidad innegable, que se hará sentir aún más con la aparentemente inevitable llegada de la derecha al poder en la nación.

8 de diciembre de 2008

Secularidad ¿Amiga o enemiga?




Con el ritual de Eid-Al Adha, culmina hoy el Haj, una de las festividades más sagradas del calendario musulmán, que constituye, incluso, uno de los cinco pilares fundamentales de la práctica del Islam.

De acuerdo con la tradición, durante esta festividad se conmemora la peregrinación del profeta Mahoma desde la ciudad de La Meca, en Arabia Saudí, hasta el monte Arafat, 15 kilómetros a las afueras de esa ciudad. Para conmemorar el evento, miles de musulmanes realizan ese peregrinaje anualmente, que debe ser realizado, según la religiosidad islámica, por todos los musulmanes que tengan la oportunidad, al menos una vez en su vida.
Sin embargo, cientos de musulmanes que habitan la zona de Gaza no podrán cumplir, aunque quieran, este precepto en esta oportunidad. ¿La razón? La soberbia del movimiento terrorista Hamás que, aún calificándose de islámico, viola los derechos de sus correligionarios por capricho político.
Según reseñó el fin de semana la agencia Reuters, el gobierno saudí emitió visas para todos los palestinos musulmanes inscritos bajo la Autoridad Palestina, cuyo gobierno reconocido es el presidido por el partido Fatah y su cabeza, Mahmoud Abbas (Abu Mazen). El gobierno de Mazen, que pareciera impulsar la creación de un estado palestino esencialmente secular –contrario a las pretensiones de movimientos como Hamás que buscan la creación de un estado islámico, similar a Pakistán o Irán– ha comprendido la necesidad de sus correligionarios y ha facilitado el tránsito a los palestinos hasta la ciudad santa de La Meca.
Arabia Saudí, por su parte, no permitió la emisión de permisos a los 3000 habitantes palestinos de la franja de Gaza, que se encuentra controlada por Hamás y distanciada del gobierno palestino. Esto provocó la ira del movimiento integrista que, en represalia, impidió la salidad de los peregrinos desde Gaza, al instaurar puntos de control policial en la frontera con Egipto, ´país a partir del cual empieza la peregrinación desde esa zona.
Este hecho obliga a reflexionar acerca de las relaciones entre gobierno y religión en una zona como la del Medio Oriente. Además de desenmascarar al Hamás –pues demuestra lo falso de su fachada de ultra religiosidad– es una oportunidad para preguntarse acerca de la importancia de que el gobierno que se establezca en el eventual y futuro estado palestino sea laico y secular, como ya lo es el de su vecino estado de Israel.
¿De dónde provino la buena voluntad para el viaje de los fieles musulmanes habitantes en la Autoridad palestina? No fue de Hamás, que pregona la necesidad de que el palestino sea un estado islámico y aseguran defender la fe en Mahoma, sino de Fatah, un partido moderado y laico que, como tal, defiende la libertad religiosa de sus militantes y correligionarios.

Así, cabe concluir que la secularidad de Fatah, además de facilitar las negociaciones, convendrá a mediano plazo no solamente a unas mejores relaciones entre israelíes y palestinos, sino a la concreción de un estado palestino moderno que, aunque pueda nutrirse de ciertas ideas del pensamiento islámico (pues su origen será innegable), haga propios los valores de la democracia y libertad patentes en las relaciones internacionales contemporáneas