Una vez más me tomo la potestad de salirme aparentemente de la temática de este blog, que es el conflicto en Medio Oriente, esta vez para dedicar algunos posts al proceso electoral sui generis que vivirá Venezuela el 3 de diciembre, pero cuyo clima se percibe desde hace varios meses.
Y digo aparentemente porque en realidad existe una conexión entre ambos temas, aparte de la membresía de Venezuela en la OPEP y de su carácter de nación en vías de desarrollo con grandes riquezas derivadas del rentismo petrolero, al igual que la mayoría del resto de las naciones árabes.
Más allá de tales circunstancias económicas comunes y de la dependencia a un mercado petrolero que obedece a alzas y bajas de índole política, el viraje diplomático del gobierno chavista en los últimos años ha hecho que para la política exterior venezolana Oriente Medio se vuelva un asunto aún de mayor importancia.
Hasta los inicios del gobierno de Chávez en 1998, la postura de Venezuela ante los sucesos en Oriente Medio, particularmente respecto al conflicto palestino-israelí, podría definirse como neutral: Venezuela se caracterizó por no tomar ferviente partido por un bando o por otro, sino más bien mantenerse al margen. Y fue esta actuación diplomática la que le permitió mantener relaciones de amistad, cooperación, etc., con ambas partes: el Estado de Israel, por un lado, y el inmenso conjunto de naciones árabes (mayoritariamente musulmanas), por otro.


Más recientemente, el mandatario venezolano ha manifestado su apoyo a la "insurgencia" de los grupos terroristas de la región como Hamás o Hizbollah, y estrechó las relaciones con Irán cuando el fundamentalista Mahmoud Ahmadinejad asumió la presidencia de dicha nación.
Pero uno de los hechos en el que se hace más visible ese giro diplomático, en lo que he llamado la constitución de "nuevos ejes geopolíticos", fue la reacción aparentemente exagerada de CHávez ante las maniobras defensivas de Israel contra Hizbollah al sur del Líbano. Aparte de ofrecer asistencia humanitaria a los civiles que habitaban la región (hecho, en principio, nada criticable) tomó medidas de política exterior, al ordenar el retiro del encargado de negocios de Venezuela en Israel, Héctor Quintero. Una acción sin precedentes que, paradójicamente, no tomaron ninguna de las naciones árabes o musulmanas que mantienen relaciones con ese país.
De todo lo anterior se concluye que, sea cual sea el ganador en las elecciones del domingo, uno de los factores que afectará será justamente la relación con el Oriente Medio. Si Chávez resulta reelecto, la división de ejes EEUU-Israel-Occidente vs. Venezuela-Irán-fundamentalismo se hará aún más pronunciada, mientras que si Rosales triunfa, habrá que ver que decisiones toma al respecto, que, muy probablemente, implicarán una separación del eje y una vuelta a la política exterior pre-chavismo.
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