De soberbia se podría catalogar la reciente actitud de Tzipi Livni, ministra de Relaciones Exteriores de Israel, de negarse a formar coalición con el Likud, segundo partido más votado en las elecciones parlamentarias de Israel la semana pasada. "Hay profundas diferencias ideológicas entre ambos partidos", aseguró Livni, en respuesta a la solicitud del apoyo de su tolda a un gobierno de coalición nacional presidido por Benjamín Netanyahu, dirigente del Likud.

Conocidas y evidentes son las vinculaciones entre Kadima y Likud (aquél fue una derivación de éste en 2005, cuando Ariel Sharon decidió el fin unilateral de los asentamientos en Gaza). Pero más allá de eso, lo que Livni parece no entender es que ese triunfo por un sólo escaño frente a la derecha es la más clara muestra de que la fundación de Kadima (o al menos su materialización como partido) fue un error que el electorado israelí no perdonó. Y con suficientes razones: secuestro de soldados, operaciones militares exitosas estratégicamente pero un fracaso electoral (el Líbano y Gaza), fueron algunas de las consecuencias de esa "muestra de debilidad" que ahora Livni trata de revertir con un absurdo amenazante "no sabemos si nos uniremos a la coalición".

La decisión está en sus manos: o permitir el logro del gobierno de unidad nacional o apelar a una pseudoideología pacifista falsa y fracasada como quedó demostrado que es la de Kadima y dedicarse, desde la oposición, a boicotear las acciones de la coalición gobernante. Ella que tanto teme "traicionar a sus votantes", ¿no considera que esa oposición a la decisión del electorado israelí sería más traición que cualquier otra?.
Esperemos que la nueva reunión entre ambas cabezas de partido ocurra luego de que Livni reflexione acerca de cuál es el verdadero deseo de sus seguidores, que se parece más a un Israel donde vivir seguro (que Kadima no pudo dar) que a una solución de dos estados

Conocidas y evidentes son las vinculaciones entre Kadima y Likud (aquél fue una derivación de éste en 2005, cuando Ariel Sharon decidió el fin unilateral de los asentamientos en Gaza). Pero más allá de eso, lo que Livni parece no entender es que ese triunfo por un sólo escaño frente a la derecha es la más clara muestra de que la fundación de Kadima (o al menos su materialización como partido) fue un error que el electorado israelí no perdonó. Y con suficientes razones: secuestro de soldados, operaciones militares exitosas estratégicamente pero un fracaso electoral (el Líbano y Gaza), fueron algunas de las consecuencias de esa "muestra de debilidad" que ahora Livni trata de revertir con un absurdo amenazante "no sabemos si nos uniremos a la coalición".

La decisión está en sus manos: o permitir el logro del gobierno de unidad nacional o apelar a una pseudoideología pacifista falsa y fracasada como quedó demostrado que es la de Kadima y dedicarse, desde la oposición, a boicotear las acciones de la coalición gobernante. Ella que tanto teme "traicionar a sus votantes", ¿no considera que esa oposición a la decisión del electorado israelí sería más traición que cualquier otra?.
Esperemos que la nueva reunión entre ambas cabezas de partido ocurra luego de que Livni reflexione acerca de cuál es el verdadero deseo de sus seguidores, que se parece más a un Israel donde vivir seguro (que Kadima no pudo dar) que a una solución de dos estados
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